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La Epopeya del desierto
- Revisar planos, leer revistas y diarios del siglo XIX es lo que Gustavo Herrera más disfruta hacer. El especialista de Propiedades y Concesiones de FCAB es fanático de la historia y del patrimonio. Hoy, su motivación es entender todo sobre el lugar donde vive.
No había nada. No habían caminos, ni vehículos. Era la segunda mitad del 1800 y las personas en el norte de Chile vivían en el desierto o lo que muchos llamaban el Despoblado de Atacama. Rodeados de cerros y tierra, los caminos eran confusos y la gente no sabía cómo moverse, hacia dónde ir. «El Ferrocarril llegó a organizar esto», explica Gustavo Herrera, especialista de Propiedades y Concesiones de FCAB.
En esos años, el principal mineral era el caliche. Para poder trasladarlo, se hacían grandes caravanas de mulas con carretas que llevaban el mineral hasta el borde costero, a la región de Tarapacá, sector Tocopilla y Taltal. «El Ferrocarril Comienza de esa forma. Primero, se utilizaban carretas para luego avanzar a los trenes de sangre, que eran carros ferroviarios en líneas también arrastrados por mulas. Después como un gran hito, entran las locomotoras a vapor», relata.
Historias como estas son las que apasionan a Gustavo Herrara. Pasa horas leyendo libros, artículos académicos, revistas y diarios de la época para saber cómo se creó el espacio donde vive. «Yo soy un amante del pasado y por mi profesión de arquitecto todo esto lo llevo a la perspectiva patrimonial. El concepto de dónde venimos y qué vamos a dejar hacia adelante. Los libros me permiten poder ir recapitulando y armando cómo se han dado las cosas. Lo que yo hago es entender la historia del norte, en específico la región y la ciudad de Antofagasta que es donde vivo«.
Para esto, Gustavo cree tiene más de 500 libros. El más importantes para él es Narraciones Históricas de Antofagasta de Isaac Arce. «Así, uno entiende cómo está escrito a fuego el paso del Ferrocarril por esta ciudad. Las esquinas son curvas no en ángulo recto. La Av. Argentina, los mismos barrios se empiezan a armar en torno a él. Este tipo de información me atrae y me lleva a investigar en mis ratos libres», cuenta.
Este hobby le ha permitido también comprender varios procesos relacionados a su trabajo. «Nuestra historia está ligada íntimamente a la formación de la ciudad de Antofagasta. Entonces el poder construir esos lugares que no son 100% conocidos también es aprender sobre la historia del Ferrocarril. Esto me ayuda a ir trabajando en ambos frentes».
Entender los nombres de calles, los puntos de ubicaciones geográficos que ya no se conocen, revisar miles de planos en la Biblioteca Nacional de los años 1800, es parte de lo que lo motiva a Gustavo. «Lo interesante es cómo vas armando relaciones entre la información que encuentras para llegar a ciertas conclusiones».
De esta forma, este arquitecto se ha enterado de hitos que muy pocos conocen y así ha generado teorías e hipótesis sobre la historia del norte de Chile.
Melchor Santiago Concha y Toro
Melchor Concha y Toro fue nombrado ministro de Hacienda del presidente José Joaquín Pérez en 1869. Luego, fue senador de la República de entre 1885 y 1889. Así, vivió ligado a la política, pero pocos saben que inyectó recursos a la compañía Huanchaca de Bolivia, que después fue adquirida por capitales ingleses para luego transformarse en FCAB. «Un chileno metido en Bolivia viendo cómo armar capitales, eso era impensado en esos tiempos. Pero lo más importante es que fue también presidente de esa compañía», comenta Gustavo.
«Fue un hombre que logró generar cosas importantes en la minería y uno de los primeros accionistas del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. Esto no lo sabe nadie. Uno de los primeros dueños de la empresa fue Melchor Santiago Concha y Toro», asegura.
Información como ésta la descubrió leyendo, buscando y relacionando hechos históricos. Así también, cuenta que tiene distintas teorías de la época: «Una hipótesis que tengo es que Melchor es el detonante para que se cree nuestra compañía, no los ingleses. Esto aún no está comprobado», finaliza.